El 1 de diciembre la puerta comenzó a abrirse
sola. Nosotros aprendimos a vivir expectantes. "¿Quién vendrá ahora?"
Decíamos a todas horas al sentir el chillar de la puerta.
Nos imaginábamos visitas muy distinguidas, al Papa
ofreciéndonos santidad, al alcalde nombrándonos ciudadanos ilustres, a una
celebridad pidiendo alojamiento, al presidente demandando un vaso de agua, a un
editor suplicándonos publicar un libro nuestro.
A veces pensábamos aterrados que la Mala Hora
había llegado, o que venían a embargarnos la vida, o que se trataba de un
ladrón de profesión, o quizás un vendedor de milagros, o un simple limosnero. Mamá
llegó a pensar que se trataba de Papá, Lucía deseaba que fuera su ex, un patán,
y yo sólo quería que me vinieran a buscar los aliens.
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