Y la humanidad no tenía humanidad, y comíamos chatarra condimentada con Terabytes, y nos vestíamos con tubos plásticos, prendidos con broches de indignación, zapatos de madera acaramelada y un cinturón de petróleo.
Y el día era un sórdido parloteo inocuo y denso, y la noche una caricia abofeteadora, alumbrada por un desconcertante sabor amargo, y el velo era tan oscuro como la luz en la oscuridad.
Y la poesía ya no era poesía, el sentido carecía de dirección, los versos marchaban en una fila de trenes hacia el encantador olvido, y la realidad transmutaba en imaginación explosiva.
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