El Valor, palabrón masculino por excelencia,
recorría sin miedo los barrios léxicos de su ciudad: Diccionario. Sin
embargo, en reiteradas lecturas por las calles blancuzcas de papel, una idea se
había instalado con firmeza en su subconsciente: lo masculino es bueno y lo
femenino es malo.
En efecto, sus amigos, llamados Ascetismo, Amparo,
Cariño, Emprendimiento, Compañerismo, Aguante, Espíritu, Silencio, Alma, Entusiasmo,
Bien, Apoyo, Bienestar, Ímpetu, Amor, Coraje, Ahínco, Consuelo, Descanso y
Arrepentimiento le daban la razón, al encontrar en lo masculino múltiples
valores buenos. En cambio, una breve repasada por las féminas que marchaban por
la pasarela de las definiciones le inclinaban su mirada prejuiciosa. Contenían
muchas de las palabras más terribles de la humanidad: Enfermedad, Pobreza, Contaminación,
Crueldad, Anarquía, Destrucción, Guerras, Discriminación, Cesantía, Desigualdad,
Ignorancia, Barbarie, Corrupción, Soledad, Derrota, Cobardía y Muerte. Además,
los siete pecados capitales empezaban con un “la”: la Pereza, la Gula, la Lujuria,
la Avaricia, la Ira, la Envidia y la Soberbia. Algunas palabras eran muy
comunes y formaban parte del uso cotidiano: Carencia, Penas, Nostalgia, Omnipotencia,
Abyección, Obstinación, Desgracia, Infelicidad, Pasividad, Extravagancia, Insensibilidad,
Adicción, Congoja, Adversidad, Ambición, Estupidez, Agonía, Traición, Censura,
Vejez, Decrepitud, Angustia y Basura.
Por sobre todas, Valor odiaba a una mulata
llamada Diversidad. Ella se juntaba con agrupaciones de palabras (también
llamadas frases) muy extrañas. Era presidenta de “Diversidad Sexual”, pero
participaba también en “No a la Discriminación de Género”, “Detengamos el Racismo”, “Sí a la Tolerancia
Religiosa”, “Apoyo al Adulto Mayor y al Infante” (fue una sorpresa encontrar a
un amigo suyo presidiendo esta agrupación), “Alto a la Diferenciación
Socio-Económica” y era secretaria en “Respeto por la Diversidad Cultural”.
El Respeto, ese es un chaval que Valor no había
conocido nunca antes. Debía ser nuevo, pero por juntarse con Diversidad, no
podía ser un buen ejemplo. Sin embargo, reunió todo su coraje y fue a conversar
con él. Respeto estaba dialogando con “Cultura Aborigen” cuando vislumbró a
Valor. Sin saber qué hacer ante tamaño vocablo, lo invitó a tomar una sopa de
letras. Escuchó en silencio a Valor hablando sobre valores y cómo todos son
masculinos, por lo que debía alejarse de la perniciosa influencia de
Diversidad, hasta que no aguantó tanto orgullo machista y lo interrumpió. Se
atrevió a contrariarlo: una de las riquezas de la humanidad es su diversidad,
que se manifestaba, en primer lugar, en la multiplicidad de lo bueno y lo malo,
de lo inaudito y lo conocido, de lo femenino y lo masculino. No podía ser todo
lo masculino bueno y lo femenino malo. Por esta razón, invitó a Valor a dar un
recorrido por la ciudad.
Valor no pudo negarse; simplemente aceptó el
desafío como una aventurada empresa, difícil y complicada, pero a la altura de
sus cualidades. Entraron en el sector femenino del diccionario, y ahí
encontraron a Generosidad y Amabilidad, quienes aceptaron gustosas acompañarlos
en el recorrido. Le presentaron a Ternura, se deleitaron con Pureza, le
mostraron la prestancia de Agilidad, Eficiencia y Gracia. Valor quedó embobado
al conocer a Gallardía. Tenacidad, Lealtad, Belleza, Elegancia, Naturalidad,
Armonía, Inteligencia, Astucia y Autenticidad se preparaban desde pequeñas a
recibir a los más altos valores masculinos como sus esposos. Riqueza y Aptitud
aparecieron lejanas, deseados por todos los hombres, mientras que Fiesta, Vacaciones,
Celebridad y Fama montaban un alegre carnaval de buenas intenciones. Castidad
estaba en un retiro, alejada de toda mala influencia y Ciencia se afanaba en
resolver las miserias de la humanidad.
Luego llegaron donde Caridad, Curiosidad,
Determinación, Amistad, Tolerancia, Bondad, Beatitud, Calma, Compañía,
Concordia, Paz y Confianza, quienes se aprestaban a ir, junto a Ayuda, a los
barrios más miserables del lado masculino de la ciudad. Valor se espantó al ver
en un lamentable estado a Orgullo, Arrepentimiento, Temor, Cansancio, Absurdo, Adulterio,
Enojo, Alboroto, Derroche, Percance, Hambre, Fuego, Déficit, Tormento, Caos,
Robo, Concubinato, Contrabando, Delito, Aburrimiento, Defecto, Alcoholismo, Desastre
y Racismo. Sin embargo, se quedó mudo cuando Respeto le dijo, para
tranquilizarlo: “No debemos juzgarlos como buenos y malos, tan sólo debemos
aceptarlos como diferentes, en toda la diversidad del ser humano”.
En el camino de vuelta a casa, Valor no lograba
calmar su asombro. Luego sintió vergüenza de sí mismo cuando comprendió que
quizás había permanecido demasiado tiempo acosado por el miedo a Diversidad,
discriminando los vocablos femeninos sin razón alguna, sólo porque eran
femeninas, diferentes a él, que era masculino. En el zaguán de una magnífica
mansión dos ancianas, amigas de toda la vida, lo saludaron con orgullo: eran
Masculinidad y Feminidad. Sólo entonces Valor cayó en la cuenta que ambas
palabras eran femeninas, y por tanto, era absurda cualquier diferenciación por
género.
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