-Te tengo un regalo-
Le dije, con el corazón en la mano
-Pero, para poder entregarlo,
debes tener los ojos cerrados-.
Ella me hizo caso.
Yo, nervioso y sin cuidado,
lentamente me iba acercando
hasta que nuestros labios se rozaron
por un tiempo escaso.
-¿Me has robado?
-Me respondió- descarado,
ahora pagarás por tus pecados-.
Yo, feliz y asustado,
en silencio me había quedado.
Ella, hablando como abogado,
me condeno a mil abrazos
y un beso apasionado.
Resistí como fiero soldado,
pero la partida ya me habían ganado:
me aprisionó con sus brazos
y me ganó con sus encantos.
Volver al hurtado Índice
No hay comentarios:
Publicar un comentario