domingo, 14 de diciembre de 2014

El mar lírico

Vuelve el huracán, y con más fuerza
me arrastra hacia las colinas desiertas
-debes trabajar, me dice una voz incierta-
y descanso bajo un sauce de hojas como leguas.

Despierto sobresaltado bajo mis propias colinas
y se vuelven montañas gigantescas, beatas.
Cada vez es más difícil escalarlas y escapar de ellas
porque pesan como todas las generaciones precedentes.

Déjenme descansar. Yo quiero escribir.
Vayan a perseguir a los que han extraviado su camino
el mío está más que claro, aunque las escaleras sean eternas
y los horrores ortográficos me persigan,
y el camino se esconda en un cementerio de páginas
y las escalinatas estén forjadas con palabrería inútil
(muchas voces mías, muchas más ajenas).

¡Y ahí, en la cima, en la cumbre,
mi imaginación se vuelve un torrente de palabras que fluyen como río!
Desciendo a los valles, los saludo, los observo
(que hermosas sus lomas, qué perfecta su depresión)
pero no hay tiempo, la corriente me lleva, el grifo no se detiene,
¡¿Cómo se construye un dique para la imaginación?!

Llego a un pueblo, llego a otro,
en cada uno hay seres similares a mí, más maduros, navegantes experimentados.
Algunos no controlaron su torrente. Otros lo convirtieron en pozo.
Yo paso de largo, les converso, mas, paso de largo
(Buen día señor, ¿me regala un café cargado para el camino?).
Debo llegar a mi destino, no está lejos, lo huelo a la distancia,
el azul del cielo se acaba ahí frente a mis ojos.

¡Qué hermoso el mar al atardecer!
¡El mar de los náufragos literarios!
¡El mar de los poetas descabellados!
¡Un océano de tinta, de frases, de oraciones!
¡Brindemos por un nuevo iniciado en este huracán abecedario!

No le temo a las invasiones del comején
(o las comas que aparecen donde no deben).
No le temo a los tiburones hambrientos
(malvados críticos, carroñeros de párrafos).
No le temo al hambre, a la sed, al desconcierto,
sólo tengo miedo de volver atrás mis pasos.

¡Ah! ¡El mar lírico!
¡Un huracán de letras que te arrastra de tu sitio
y te lleva a un océano sin fondo!
Sólo debes cuidarte de un peligro mortal:
No saber cómo remar entre líneas
(¿qué debo escribir en el párrafo siguiente?)
porque puedes hundirte para siempre en sus aguas
aunque, de todas formas eso no me importa:
ya nunca más volveré a poner mis pies en la tierra.




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