Ella quería sentirse rebelde,
ser única, sólo eso tenía en la mente,
así que se enamoró perdidamente
del pasto cercano, tan verde,
tan hermosamente diferente.
El tiempo pasaba, lento,
y el hierbal seguía en el suelo,
alimentando sus deseos,
guardando sus secretos.
Ella sólo deseaba ir lejos,
estar con él aunque fuera un momento.
Se fue el calor, llegaron las heladas,
y nuestra hoja, débil y cansada,
envejecida ya estaba.
Casi sin fuerzas, como ella lo notaba,
no pudo sostenerse en la rama
y cayó al suelo, una fría mañana.
Pero entonces, una sensación nueva
inundaba todas sus nervaduras y venas.
Al borde de la muerte, la tierra
le regaló la muestra de amor más sincera:
El pastizal abrazaba a la hojuela
esfumándole los miedos y penas.
Desde ahora, a la dehesa daría vida
y su cálida y eterna compañía.
En materia orgánica se convertiría
y al herbazal por siempre ayudaría.
Nuestra hoja no imaginó que llegaría este día;
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